Todas las ciudades del mundo son vulnerables a los impactos ocasionados por diferentes “shocks”y tensiones, tanto de origen natural como provocadas por el hombre. En la actualidad, las ciudades y sus habitantes enfrentan desafíos adicionales y amplificados como resultado de la rápida urbanización, el cambio climático y la inestabilidad política.

Teniendo en cuenta que el 50% de la población ya vive en ciudades y que, para 2050, se espera que esta cifra alcance el 70%, existe una necesidad imperiosa de nuevas herramientas y enfoques que fortalezcan a las administraciones locales y los ciudadanos, así como su capacidad para enfrentar nuevos desafíos y proteger mejor los activos humanos, económicos y naturales de nuestros pueblos y urbes.

La Resiliencia se refiere a la capacidad de cualquier sistema urbano para mantener la continuidad y la relativa normalidad, tras sufrir cualquier tipo de impacto externo, adaptándose positivamente y transformándose hacia la sostenibilidad. Por lo tanto, una ciudad resiliente es aquella que evalúa, planifica y actúa para prepararse y responder a todos los peligros, ya sean repentinos o de inicio lento, esperados o inesperados. Al hacerlo, las ciudades están más capacitadas para proteger y mejorar la vida de las personas, asegurar los avances en el desarrollo, fomentar un entorno propicio e impulsar cambios positivos.

A medida que tanto los riesgos como la población urbana aumentan drásticamente, el concepto de resiliencia ha cobrado mucha importancia en la agenda internacional. Esto es de especial relevancia debido al hecho que los colectivos más pobres y vulnerables, son a su vez los más propensos a sufrir las consecuencias de dichos shocks y tensiones, siendo muy posible que no tengan los recursos para recuperarse. De este modo, las ciudades que entienden la resiliencia como un objetivo o concepto clave son aquellas que, no solo apuestan por un futuro sostenible, sino que  además, se preocupan por no dejar a nadie atrás.

Durante el año 2019 trabajamos de forma conjunta con las municipalidades de las ciudades de Maputo (Mozambique), Asunción (Paraguay) y Barcelona (España) para documentar los retos y tensiones a los que se enfrentan tres poblaciones muy distintas.

Los retos de la ciudad de Barcelona son el crecimiento demográfico sostenible y una atención más eficiente a las personas mayores, propios de una ciudad muy desarrollada, que contrastan con los desafíos del municipio de Maputo, vulnerable a los impactos del cambio climático. Actualmente se observa la incidencia de altas temperaturas, inundaciones internas, erosión pluvial y erosión costera debido al proceso dinámico de las olas marinas. La ciudad ha sido identificada como uno de los lugares con más riesgo de sufrir las consecuencias del cambio climático por el Banco Mundial en 2010 y el INGC.

Asunción, en cambio, debe hacer frente con urgencia a la contaminación del agua que abastece la ciudad, que es el resultado de los procesos de inundación y de la ausencia de un tratamiento de aguas residuales apropiado, así como la falta de disposición adecuada de los residuos sólidos. Sus dos acciones principales son el reforzamiento en la contención de los ríos para proteger la ciudad, y la construcción de un sistema de drenaje de lluvias y aguas residuales.

El proyecto Urban Resilience se creó con la finalidad de comunicar mejor en qué consiste el concepto de la resiliencia aplicado a las áreas urbanas, y ha sido empleado en la comunicación sobre este particular por parte de las Naciones Unidas y la Comisión Europea. En el año 2020, y con motivo del World Urban Forum 10, el documental se proyectó frente a los asistentes a la cumbre en la ciudad de Abu Dhabi.

La voluntad última del proyecto, encabezado por el departamento de Habitat de las Naciones Unidas, es contribuir a tejer una red de información a través de la cual todos las ciudades implicadas en el programa de resiliencia puedan aprender unas de las otras sobre cómo hacer frente a los desafíos presentes y futuros.