El imperio de la gasolina
Entre los riesgos asumidos por parte de la población que se dedica a esta actividad, destacan la exposición a los gases nocivos que la gasolina emite y el peligro de las explosiones que pueden causar los accidentes de los motoristas, producidos durante el transporte de la gasolina, que en los últimos años han sesgado centenares de vidas. Se les conoce popularmente como “hombres bomba” y son los responsables del transporte por carretera de decenas de litros de gasolina.
La ruta del tráfico de gasolina comienza en Nigeria, donde los traficantes de Benín llenan sus tanques y bidones en las gasolineras nigerianas. A lo largo de la frontera, de unos 800 kilómetros en la parte nigeriana, hay miles de caminos que los transportistas utilizan para llevar la gasolina a Benín. El combustible también pasa por el gran lago Nokoué y por los pequeños ríos que conectan Nigeria con Benín. También hay rutas marítimas clandestinas en el Golfo de Guinea. Las autoridades optan por una política de no intervención a cambio de pequeños sobornos, con cantidades que normalmente pactan previamente con los grandes jefes del tráfico.
Este negocio genera miles de millones de francos CFA (la moneda beninesa) cada año a los traficantes, un dinero que no llega a las arcas del Estado dado que no pagan impuestos. El Gobierno se encuentra entre la espada y la pared: el intento de bloqueo de esta actividad supondría una revuelta popular, además de la suspensión inmediata del abastecimiento de combustible a todo un país. La estabilidad de Benín es, a día de hoy, depende en gran parte de este negocio y de las personas que lo controlan.